Enredados en un tiempo sin tiempo
La indiferencia siempre ha sido un peso muerto para la vida. Transitar de la voluntad a la comodidad es una de las manifestaciones de la sociedad actual y qué es lo que nos diferencia de otras generaciones. Lo curioso que solo podemos comprenderlas cuando desaparecen. Por otro lado, sabemos de versos como los de Gabriel Celaya “Maldigo la poesía de quien no toma partido, partido hasta mancharse”. Pueden servir para despertarnos de la zona de confort. ¿Quién sabe?
Nosotros, habitantes del siglo XXI, damos por hecho la elección libre de nuestras vidas. No queremos fijar nada porque todo es cambiable en el espacio de una Modernidad compatible con un progreso ascendente.
Para el sociólogo polaco Zygmunt Bauman “Los sólidos conservan su forma y persisten en el tiempo: duran, mientras que los líquidos son informes y se transforman constantemente: fluyen. Como la desregulación, la flexibilización o la liberalización de los mercados”.
Desarrolló el concepto “modernidad líquida”. Una metáfora de la inconsistencia e inestabilidad de las relaciones humanas. El individualismo es la base de la nueva sociedad. Las certezas han sido sustituidas por la incertidumbre, la comunidad por las redes sociales donde puedes sumar pero no unir amigos.
Algo que sucede con frecuencia: Nos despertamos y miramos el móvil. Conectarse y desconectarse a golpe de clic es solo un mecanismo que puede ser útil cuando podemos ensamblar nuestras vidas con los tiempos que vivimos, lo cual está bien cuando los hechos son comprobables. Pero ¿quién garantiza que lo sean?
Bauman nos alertó de la dificultad de conciliar los valores de libertad y seguridad. Un ejemplo evidente son las restricciones entre lo que se puede y no se puede hacer ante un sorprendente virus. En realidad, no ha sido solo una falta de seguridad, sino también una falta de libertad.
La incertidumbre toma el nombre de miedo. Lo peor dejar que fluya por nuestras vidas y asumirlo sin resistencia.
En tiempos donde lo breve es una adicción nace el concepto: cultura “snack” (Corea del Sur, 2016). Su finalidad consiste en ganar accesibilidad a cualquier producto multimedia reduciendo su duración. Lucy Padilla Castillo, define la cultura “snack” como un “término utilizado para caracterizar la forma en la que actualmente se consume en la era digital –a bocados-“
Por supuesto, la inacción de los individuos es la mejor arma para la nueva estética del consumo, en el qué, al mismo tiempo que se expande por las redes sociales, también diseñan ofertas personalizadas manejando al consumidor a sus anchas. Otro aspecto que gravita sobre todos es no solo el deseo de consumo sino la capacidad de alimentarlo constantemente. Nacen los “nuevos pobres”, las personas que se quedan atrás y no pueden acceder a la fiebre de lo “último” y cada vez más efímero. Probablemente caminamos muy deprisa por una autopista que nos aleja del Estado del bienestar.
En una sociedad donde lo que parecía sólido se está licuando será necesario rescatar el oficio de pensar.