Justicia divina
Escrito por: Óscar Eduardo A. R.
Transcurría el verano de 1.978 y como era mi costumbre al llegar a casa después de la escuela, saludaba a mi vecina doña Catalina, una anciana de 70 años, aquella mujer veía el amanecer y anochecer sola en su casa, apenas tenía la visita los fines de semana de una sobrina la cual le aseguraba de comprarle todo lo que le hacía falta, al fin de que su anciana tía tuviera el menor esfuerzo posible.
Esta septuagenaria en su juventud como tantas mujeres, resulto engañada por el novio que tenia, pues la abandonó cuando se enteró que había quedado embarazada. Al encontrarse sola en aquellas circunstancias empezó a buscar empleo, puesto que le preocupaba el futuro del niño que iba a tener pero, como ella no pudo terminar, la secundaria
Por falta de recurso, solo pudo emplearse como doméstica en una casa de personas bien adineradas. Su hijo ya había nacido y con escasos 6 meses de edad, tenía que dejarlo al cuidado de una vecina suya, ya que sus patrones eran exigentes y no le permitían que llevara a su bebe con el pretexto de que este no le permitiría desempeñar bien su trabajo.
Cuando había transcurrido un año desde que ella empezó a trabajar en esa casa, intento buscar otro trabajo debido a que ya no resistía el trajinar que sus patrones le hacía tener eran festines continuos contrataban orquestas, artistas reconocidos y ofrecían banquetes al puro estilo de la aristocracia de la época. Pero lo que doña Catalina no sabía es que sus patrones eran unos grandes narcotraficantes los cuales ya habían sido descubiertos por la policía, puesto que le habían seguido la pista desde hace varios meses.
Ocurrió que un día cuando en aquel entonces la joven Catalina, trabajaba aseando el jardín de la casa, empezó a sonar el timbre de forma de forma insistente, se dirigió a abrir la puerta, instantáneamente después que quito el ultimo cerrojo, una mancha de policías empujo la puerta, mientras un tipo de terno y corbata autopresentándose como comisario lucía en su mano una visible orden de allanamiento de la vivienda.
Los uniformados registraron cada rincón de la casa con detectores modernos y perros adiestrados, dando finalmente con el aliño que contenía la sustancia psicotrópica y como se acostumbra en estos procedimientos policiales, todas las personas fueron arrestadas para las consiguientes investigaciones.
De esta forma triste fue como doña Catalina, tuvo que pulgar una pena de 16 años de prisión injustamente, por el hecho de haber sido la empleada domestica de aquellos traficantes. Durante su estadía en prisión trato de comunicarse con la vecina a la que había dejado la custodia de su hijo sin obtener resultados.
Después de 13 años pudo recuperar su libertad por buena conducta y en su mente tenia impregnada el llanto de su vástago y la preocupación de saber de su paradero. Ataviada de estar en una ciudad completamente nueva, pues hacia más de una década que no caminaba por sus calles, pudo llegar al barrio de la vecina a quien dejo a cargo de su bebe, pero la casa donde vivía, había sido demolida por su vetustez .
Desesperada e inquieta como cura en un burdel, empezó a preguntar a todas las personas con las que tropezaba por el lugar sin obtener respuesta alguna, era como si la tierra se la hubiera tragado a su vecina, nadie daba razón del nuevo domicilio de las personas que habitaban en dicha casa demolida.
El tiempo hacia pasar sus hojas sin que doña Catalina entendiera porque Dios le había trazado tan amargo destino que la marchitara y consumiera durante largos años, tiempo en el cual solo tenía el consuelo de su sobrina los fines de semana, que la llevaba a la iglesia del sector donde lo único que hacía era clamar “ JUSTICIA DIVINA ”.
Para mí era una rutina obligatoria salir de mi casa y saludar a “Doña Catito “como le decíamos de cariño, pero ese día cuando regrese me hacía falta su imagen de tristeza, que por años la había visto en aquel balcón lleno de plantas durante todos los días.
Fue en ese momento cuando me entere que ella había decidido internarse en un asilo de ancianos, ya que aquella sobrina que era la única persona que la atendía , ya no podía cuidarla más por cuanto le salió un viaje a los ESTADOS UNIDOS que no podía rechazar .
“Doña Catito” para trasladarse al asilo, contrato a un hombre totalmente desconocido que tenía un taxi. Habían avanzado pocas cuadras de recorridos cuando el taxista pudo observar por el retrovisor , que su pasajera estaba llorando , entonces movido por sus principios cristianos de ayudar , al prójimo , trato de congeniarse con la anciana y de a poco fue instaurando un dialogo que le permitió al “BUEN SAMARITANO ”saber la situación de su pasajero y pregunto de manera benevolente : Señora mía no hay algún lugar donde la pueda llevar antes de ir al asilo , no le voy a cobrar más lo que pasa es que nunca conocí a mi madre y siempre quise la dicha de conocerla .
“Doña Catito “se enterneció mucho al oír esto, sin embargo lo que ella quería era terminar de una vez por todas con ese asunto y le respondió: no cabe duda que usted es un buen hombre le agradezco mucho, por su buena intención pero le pido de favor que me lleve nada mas al lugar convenido. Está bien mi señora, contesto el taxista, si así lo desea la llevare solamente al asilo.
Una vez que llegaron a aquel lugar un dependiente los recibió amablemente y después de los saludos protocolarios se dirigió al taxista preguntándole si él era el pariente que iba a quedar como representante de la anciana.
Seguido de esto intervino Doña Catito para expresar de una forma resuelta así: será usted caballero que este señor no es mi pariente, lo contrate para que me trajese hasta aquí ya que no tengo absolutamente a nadie y si es la voluntad de Dios que termine sola en este lugar mis últimos años de vida lo tengo que aceptar sin remedio.
Al dependiente se le hizo un nudo en la garganta y de inmediato le dijo: yo la comprendo perfectamente mi señora pero le hago saber que es un requisito indispensable que usted tenga un pariente que sea su representante.
El dialogo de ambos se interrumpió por el taxista: sea usted mi señora que yo no voy a permitir que se quede sola en este asilo, como le manifesté antes nunca conocí a mi verdadera madre , lo único que sé es que tuvo que dejarme a cargo de una vecina porque a ella la involucraron en un delito de narcotráfico y fue a parar a la cárcel , hace 5 años mi madre adoptiva enfermo de cáncer y murió, Pero antes de que eso ocurra me conto la verdad y me pidió también que le cumpliera un último deseo. Me dijo que buscara a mi verdadera madre, ya que era una buena mujer y jamás pensó en abandonarme, solo que el destino le trazo una mala jugada.
Desde entonces he tratado de hallarla sin obtener resultados, pero seguiré buscándola como que me llamo JOSE FLORES. Doña Catito al escuchar esto se quedo perpleja porque fue como que haya escuchado la misma historia de su vida , y al instante vino a su mente la idea de preguntarle a Don José el nombre de la que había sido su madre adoptiva y entonces le hizo : Disculpe Don José ¿Cómo se llamaba su madre adoptiva? Se llamaba CRISTINA FLORES, solo me inscribió con su apellido ya que también era madre soltera.
La repuesta de Don José confirma la sospecha de la anciana y en ese momento supo que la justicia divina había llegado tarde, pero había llegado.
* 1º Premio categoría Microrrelato en el Certamen ”Picapedreros” de Poesía, Guión y Microrrelato 2018 para centros penitenciarios