Azar

Nadie podría haber adivinado el dolor que sentía Claudia al ver a su pareja, el padre de su hija, despilfarrando el dinero desde el móvil. Arriesgando, delante suya, los fondos que tenían en la cuenta.

Adrián, la pareja de Claudia, justificaba aquel hábito exponiendo que él controlaba la situación a la perfección. Que, de hecho, gracias al juego de azar, había ganado desde el sofá más de doscientos euros en solo una semana. Aquello, en parte, era cierto. Había ganado esa cifra. Sin embargo, aquello era una verdad a medias, pues para obtener doscientos euros había perdido más de mil.

juegos-y-apuesta-onlinePasaba las noches en el salón, con los ojos rojos, mientras fumaba sin parar. Claudia tenía problemas para conciliar el sueño debido a los pitidos que generaba el dispositivo. Escuchaba, desde la cama, el ruido digital de las cartas y, por supuesto, la ruleta.

En un acto desesperado, Claudia escondió bajo el colchón el móvil y las tarjetas de crédito que tenían en común. Temiendo represalias, Claudia fingió que no sabía nada. Que desconocía el paradero del dispositivo. Aunque aquello no fue suficiente para pararle.

Adrián descubrió que podía acceder a estas webs de juego a través de la tablet de su hija. Escondió las aplicaciones entre el sinnúmero de juegos infantiles que tenía. Además, había apuntado la tarjeta en uno de sus papeles del banco, así que no tuvo problemas para acceder. A pesar de que Claudia pensaba que tenía controlada la situación, se equivocaba. Adrián seguía despilfarrando el dinero familiar. Ahora, con más rapidez que nunca.

Un sábado por la mañana, la hija se levantó, cogió la tablet, y descubrió los juegos nuevos que había instalado su padre. Estaban repletas de soniditos y luces, de colores y dibujos divertidos. Pasó horas entretenida por aquellas animaciones y lucecitas de color.

La niña, jugando, gastó cerca de mil euros. Sin saber lo que estaba haciendo. Aquello fue suficiente, tras descubrir, poco después, que su tarjeta no tenía fondos, a pesar de que acababa de cobrar, culpó a Adrián de lo sucedido. Claudia cogió a su hija e intentó huir de allí. Sin embargo, Adrián, entre gritos y amenazas, se lo impidió. Exponiendo que, si ella se atrevía a abandonarle, la mataría con sus propias manos.

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