Presencias

Os voy a contar la historia
de una niña que vivía
metida dentro de un cuadro,
que ni moverse podía.
Nadie reparaba en ella
a la clara luz del día;
cuando caía la noche,
la niña cobraba vida.
Lo que no puedo es deciros
exactamente qué hacía,
nunca pude fijarme,
¡no sabía que estaba viva!

Ahora vendemos la casa,
se tiene que quedar vacía.
Ya no queda casi nada,
más que la melancolía.

presencias

Pero la niña sigue ahí,
dentro del cuadro metida;
cuando paso por delante,
yo noto que ella me mira.
¿Podéis darme algún consejo?
Me tiene muy confundida:
si la dejo, ¿la abandono
o le doy autonomía?
Y si en cambio me la llevo,
¿de verdad le gustaría?
Me debería plantear
qué es lo que yo querría,
a veces la indecisión
se cura con empatía.

Quizá cuando vuelva a verla,
con el alma dividida,
me encuentre un cuadro vacío
como toda despedida.

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