El accidente

Escrito por: Ismael S. F.

Un accidente en la N-630 deja tres heridos, dos de ellos de gravedad. En uno de los coches viajaban un hombre y una mujer, en el otro una mujer que fue considerada como herida leve.

De los dos accidentados más graves, la mujer había salido mal parada al tener varias lesiones graves y el acompañante con las dos piernas rotas de pronóstico menos grave y reservado. Los heridos son llevados al HUCA, el hospital más cercano y moderno, por lo que estaban en buenas manos.

el accidenteEn las pruebas que se realizaron, el conductor que invadió el carril contrario triplicó la tasa de alcohol permitida y supuestamente, según la guardia civil, también la velocidad en aquel tramo de la carretera, llevándose por delante al vehículo de la joven que por suerte tuvo unas lesiones de menor consideración.

Cuando llegaron las ambulancias con los tres heridos se puso en marcha el protocolo de urgencia hospitalaria para los heridos, sobre todo para los dos del vehículo invasor que necesitaban del servicio quirúrgico urgentemente. La mujer tenía varios órganos afectados, que hacían temer por su vida, poniéndose todo el equipo de guardia manos a la obra.

El cirujano la reconoció inmediatamente y un sudor frío recorrió toda su cara, hasta el punto de que dudó de si sería capaz de dispensarle la atención que necesitaba. Pero si se negaba a practicarle la cirugía que necesitaba podía morir, y por otra parte aunque no se encontraría emocionalmente bien para practicarle los cuidados, sabía que si él no le salvaba la vida, era posible que no se la pudiera salvar nadie. No pasaron desapercibidas por sus compañeros las dudas ni los sudores, hasta el punto de preguntarle varias veces sus compañeros de trabajo si se encontraba bien. Ya que le conocían perfectamente y sabían que nunca dudaba a la hora de hacer una operación como aquella. Una de sus compañeras de trabajo enseguida supo lo que pasaba pero no dijo nada, solo se acercó al cirujano y le dijo al oído, ¡eres un gran hombre!, se miraron y comenzaron a cortar tejidos para coser las partes afectadas hasta que, después de cuatro horas de intervención, se dieron por concluidas las operaciones.

La gravedad de la rotura de las vértebras hacía mucho más difícil el post-operatorio, los movimientos y las curas diarias, a las que asistía el cirujano demostrando un interés inusual. La gravedad de las heridas hizo que a la paciente la tuvieran en un coma inducido, pasando cincuenta días en la UVI, hasta que pudo subir a planta para seguir con el programa de recuperación. Después de que saliera de la gravedad, la compañera del cirujano que había reconocido a la mujer, fue al despacho de éste para hablarle sobre el tema, le preguntó cómo se encontraba después de que hubiera salvado la vida de la mujer, y se hubiera preocupado por ella durante el tiempo que revistió mayor gravedad. Y le dijo que muy bien, que verdaderamente bien, para añadir que hacía años que no se había encontrado tan bien.

La compañera de trabajo le comentó que había sido normal la duda y que ella no hubiera reaccionado como lo hizo él, comentándole que la había reconocido en el momento que lo vio dudar, a la vez que su frente se llenó de un sudor que parecían lágrimas cayendo por su cara. Nadie mejor que tú, -le dijo la compañera-, podría hacer las operaciones, ni con más cuidado, ni con más mimo, pero tampoco nadie te podría culpar si te hubieras negado a hacerlas alegando una indisposición momentánea, pero quisiera que me dijeras por qué lo hiciste. ¿Acaso sigues enamorado de ella después de todo?

¡No!, en absoluto, precisamente no me llevó el amor a poner los cinco sentidos, sino que quiero que viva mucho tiempo recordando el mal que me hizo.

 

* 1º Premio categoría Microrrelato en el Certamen ”Picapedreros” de Poesía, Guión y Microrrelato 2018 para centros penitenciarios

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