Retorno

retornoTodavía albergo intactos en mi memoria aquellos recuerdos estivales, inenarrables imágenes de infancia cuya perdurabilidad siempre hipnotizará mi pensamiento, sonidos de antaño que siempre suponen la rememoración del transcurso de la vida, incidiendo en ese minúsculo hueco del alma que nos conforma irremediablemente. Cada vez que evoco la sonoridad de la antigua gaita que tañía mi difunto abuelo me invade la nostalgia; comienzo a entreverlo de nuevo transitando bajo el imponente hayedo, acariciando con su música las hojas, al son del viento y el susurrar de las aves, acompasado siempre con la resonancia que entrañaba el agua que discurría por el riachuelo. El bordón, brillante, retumbaba con entereza, apoyándose en los troncos centenarios y el musgo flotante, abalanzándose entre la tierra y la robustez de sus raíces. La melodía, una vez pronunciada con habilidad por medio de sus rugosas manos, dotaba de abundosa coloración al paisaje, transformando el aire en música y la luz en firmamento. Tras su fenecimiento todo enmustió, adquiriendo un aspecto mortecino bajo la mirada de aquellos ojos cándidos y llorosos con visión enturbiada. Retornaba cada verano al pueblo, pero nunca fue lo mismo, pues aquella pérdida dejó en mi corazón un abismo que por mucho tiempo permaneció irresoluto, creyendo que me hallaba inmerso en una angustiosa pesadilla de la cual despertaría al alba. La vida, tan sublime y perversa, propició el florecimiento y cimentación de un espíritu indescriptiblemente bondadoso que hogaño deambula por las estrellas, aguardándome para emprender de la mano esa marcha boscosa que tanto realizamos en mi niñez, cogidos de la mano. No me demoraré, ya culmino la ancianidad.

* 1º Premio categoría Microrrelato en el Certamen ”Picapedreros” de Poesía, Guión y Microrrelato 2018 para el exterior

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