Escultura de un león
Escrito por: Juan Manuel R. S.
Un escultor, hijo de artesanos y rebosante de maestría, recibió un día el encargo más importante al que alguien de origen tan humilde podría aspirar: realizar la escultura de un león que situaría justo en el centro de la ciudad. Ésta, debía de ser de un tamaño desproporcionado, inmenso, capaz de dejar boquiabierto a cualquier visitante que se acercase hasta la región.
La fama que le otorgaría la escultura, pronto correría de boca en boca, y esto proporcionaría al escultor reconocimiento en el mundo entero. Durante meses – que terminaron convirtiéndose en años -, trató de lograr el máximo nivel de realismo, dedicándose con esmero al hermoso pelaje; esculpiendo con mimo sus fauces y dotando de vida los ojos de la imponente escultura.
Una vez finalizada, tal y como se había acordado, colocaron la pieza en la plaza de la ciudad para que todos pudiesen admirarla. El escultor, hambriento de ego y reconocimiento, acostumbraba a pasear por las inmediaciones del monumento para, así, oír como todos admiraban su gran obra. La opinión era generalizada y nadie quedaba indiferente.
Un día, paseando cercano al león, como solía hacer, descubrió a un padre que junto a su hijo pequeño contemplaba la escultura.
– Mira, hijo ¡es increíble! ¿No te da miedo?
A lo que el niño, con naturalidad, respondió:
– No papa, ¿Cómo va asustarme si no ruge?
* 1º Premio categoría Microrrelato en el Certamen ”Picapedreros” de Poesía, Guión y Microrrelato 2018 para centros penitenciarios