Ensoñaciones

Una máquina de escribir polvorienta se asoma sobre el escritorio.

En el artefacto oxidado, bailan decenas de arañas. Danzan bajo la melodía que producen al tejer con seis de sus patas. Las otras dos, las delanteras, las usan para comer las moscas despistadas y mosquitos sonámbulos que merodean por su vieja telaraña.

Las veo desde el suelo.

Mis piernas no tienen fuerza, no puedo desplazarme, por lo que gateo arrastrando mis pañales por la habitación, semidesnudo, mientras las arañas se mofan de mí.

maquina escribir

      Se burlan de mis mofletes sonrosados y mis rizos pueriles, se ríen al ver mis bracitos flácidos incapaces de alzar el cuerpo para estar de pie.

Usan sus hilos para desplazarse. Tejen y tejen con el único fin de ahogar al resto.

Me ven. Yo las veo a ellas, sonriendo en la oscuridad. Saltan.

Abandonan la máquina de escribir para acercarse a mi cara. Me sorprendo al descubrir que su cuerpo es minúsculo, aunque sus patitas son larguísimas.

Alzo la mano, cojo fuerza y aplasto la araña. Al levantarla, descubro que no hay nada.

Pues todo fue parte de una fugaz ilusión.

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