Origen
En la chopera, la mañana comienza. La humedad del aire se condensa, un chispazo de vida, y aparece una gota de rocío. La gota se escurre y se posa blandamente sobre una hoja tierna de chopo. La gota, sin titubear, se queda en la confortable hoja, meciéndose con el viento fresco de la mañana. La gota es transparente, y enseguida se mimetiza con la hoja, todavía húmeda de la mañana. La gota se redondea y se desliza suavemente por la concavidad de la hoja; al son de los movimientos pendulares que producen los aleteos de los jilgueros en la arboleda. La gota se aplana, se acomoda al lecho. Se adormece.
De repente, empieza a notar una tibieza en la hoja que la acuna. Los primeros rayos de sol caen sobre la chopera. La gota de rocío se encoge e intenta llegar a la parte más húmeda de la hoja, cerca del pecíolo, pero la hoja tierna ha empezado a secarse por los bordes y la gota resbala. Se queda colgando de un borde y serpentea hasta el envés de la hoja, pero es tierna y la gota regordeta, y pronto, al mínimo descuido, caerá. El sol, impasible, sigue penetrando en la chopera. La gota se encoge todavía más y, colgando de la hoja, mira hacia el suelo. A un lado del chopo está el arroyo, y si cae hacia ese lado, la gota será engullida por un remolino cristalino. Se bambolea y se agarra muy fuerte a la hoja, pero el borde está cada vez más caliente y lo tiene que ir recorriendo sin descanso; si permanece inmóvil se evaporará. Desaparecerá. Tirita, si se suelta caerá al arroyo y girará hacia el fondo, al fondo. Mira hacia arriba, mira hacia abajo, tiembla. Cada vez se hace más pequeña, pero aprovechando un pequeño balanceo de la hoja, quizá el último, decide resbalarse por la hoja, notando su nervadura. Reúne fuerzas y cuando llega a la punta flexible de la hoja, que le hace de trampolín, toma impulso y se suelta. Se estampa contra una brizna de hierba. Ya no se mece en la hoja. Apenas queda un coágulo de gota aturdida, un resto vulnerable. Succiona una minúscula burbuja que le ha brotado y se esconde entre la hojarasca.
En la chopera, la mañana hace un momento que ha comenzado.