El vestidor

Vestidor de la casa de un matrimonio de unos 50 años. Salidas a izquierda y derecha. Ventana al foro. En el centro del escenario hay un biombo. Delante del biombo, un tocador con espejo grande con utensilios para acicalarse y una banqueta. Izquierda y derecha las del espectador.

Vestidor

Se abre el telón. Nadie en escena.

RAFAEL: (Desde dentro) ¡Matilde, ¿has decidido ya qué ropa me pongo para el teatro?!

MATILDE: (Desde detrás del biombo) ¡Ponte lo que quieras!

RAFAEL: ¡¿Lo que yo quiera? ¿De verdad? ¿Tú no vas a poner pega ni nada?!

MATILDE: ¡Aunque salgas hecho un payaso!

RAFAEL: ¡Mira que después siempre pones pegas!

MATILDE: ¡Hijo, si es que tienes el gusto en el culo! ¡¿Tú cuando vas a aprender a combinar los colores?!

RAFAEL: (Sale a escena por la derecha, en bata de casa y zapatillas, con una toalla al cuello, como si acabase de ducharse) Chiquilla, si es para no tenerme que desnudar cuarenta veces.

MATILDE: Yo ya no te pongo más la ropa encima de la cama, que luego te llevas toda la noche quejándote, como este verano cuando fuimos a los toros.

RAFAEL: Hija, ¡si me pusiste un pantalón de lana y las entradas eran de sol! Y aunque hubiesen sido de sombra. Un pantalón de lana en verano…

MATILDE: (Sale a escena desde detrás del biombo, por la izquierda, en bata de casa, zapatillas y rulos puestos) Porque es el único pantalón gris marengo que tienes. Como nunca quieres ir a comprarte ropa…

RAFAEL: Tengo otros dos pantalones grises, que son más fresquitos.

MATILDE: Pero uno es gris plomo y el otro es gris perla.

RAFAEL: ¡Pero son grises!

MATILDE: ¡Ay…! ¡Qué desagradecido eres, Rafael! Con lo que yo me preocupo porque vayas siempre arreglado.

RAFAEL: Pero ¡¿tú sabes la tarde de toros que yo pasé con el pantalón de lana?! Y no es ya por el calor que hacía, Matilde, que se asaban sardinas en los asientos. Es lo que picaba el pantalón de los cojones. Que terminé depilado de rascarme con las uñas.

MATILDE: Mira, ponte lo que te dé la gana. (Rafael hace mutis por la derecha. Ella hablando con el público). Lo del pantalón que está contando es verdad, pero era el único que le iba bien con los gemelos de la camisa. Que luego se quitó la chaqueta y se remangó la camisa y no pudo lucir los gemelos. Hace cualquier cosa por llevarme la contraria. Ahora se pondrá un pantalón todo arrugado y tendré que ponerme a planchárselo a la hora de salir. Y luego se quejará de que se tiene que poner los pantalones calientes. ¡Que condenación de hombre!

RAFAEL: (Sale poniéndose la corbata. Va vestido con pantalón de lino, zapatos muy limpios, camisa, corbata y chaqueta conjuntados) ¿Estoy bien?

MATILDE: (Casi sin mirarle) Esa corbata no le pega a la camisa.

RAFAEL: ¿Cual quieres que me ponga?

MATILDE: No, no. La que te dé la gana. (Pequeña pausa. Rafael inicia mutis) ¡Menos esa!

RAFAEL: (Resignado) ¡Ya empezó el viacrucis! (Mutis derecha)

MATILDE: ¡Que poco gusto tienes para vestirte! ¡Parece que Dios te ha dado los ojos solo para ponerte las lentillas!

RAFAEL: (Entra con una corbata en la mano, que es la misma de antes) ¿Qué te parece esta?

MATILDE: (Sin fijarse en exceso) Esa está mejor.

RAFAEL: Menos mal (Mutis derecha poniéndose la corbata al cuello)

MATILDE: ¡Pero cámbiate la camisa por la otra más clarita! (Ella, mientras él entra y sale, está acicalándose delante del espejo, quitándose los rulos, maquillándose…)

RAFAEL: (Desde dentro) ¡¿Cuál?!

MATILDE: ¡La que te manchaste en la boda de tu hermana, que hay que ver la ocurrencia de tu hermana, poner berenjenas en vinagre en una boda!

RAFAEL: ¡Hija, era un antojo! ¡Ya sabes que iba de 5 meses y medio! (Sale por la derecha poniéndose la camisa, que es la misma, y la corbata en la mano). Yo, para mí, que las dos camisas son iguales.

MATILDE: Si, igualitas. Como tú no la tuviste que lavar… (Casi sin mirarle le dice) Ponte un pantalón más oscuro, haz el favor.

RAFAEL: (Mira de arriba a abajo a Matilde. Resopla y vuelve a hacer mutis derecha)

MATILDE: (Al público, mientras sigue acicalándose) Anda que no me costó nada sacarle la mancha. La lavé con lejía, perborato, amoniaco y al final le eché un buen chorreón de kalia supercalifragislisticoespeialidoso, que hay que ver los nombrecitos que le ponen al kalia. Bueno, pues después de sacarla de la lavadora, al final tuve que ponerme a refregarle con jabón verde y sosa, que me puse las manos más peladas que el culo de un mono. Vamos, que con el antojo de la hermana el único que hizo negocio fue el Mercadona.

RAFAEL: (Sale con el pantalón en la mano. Lleva puesto unos calzoncillos de lunares hasta media pierna y la camisa. Calcetines muy altos y zapatillas. Aguantando la risa) Me pongo este o me dejo el de lunares.

MATILDE: (Se supone que tremendamente cabreada, pero aguantando la risa.) ¡Sí, encima ponte a perder el tiempo! (Pausa. Rafael hace mutis derecha) ¡La chaqueta te pones la de cuadros! (Ella entra y sale de detrás del biombo con ropa cada vez más estrafalaria y se la va poniendo sobre el cuerpo delante del espejo, como para elegir lo que se va a poner. Sigue con la bata puesta. Con cada prenda que saca, hace un comentario con el público, improvisando sobre los colores, sobre cómo combinarlos… Comenta, ensoñando, cuando se puso cada vestido…) Este vestido es de Chanel. Me lo compré en el Rastro. Me lo puse para la graduación de mi niño. Él estudió filosofía, pero trabaja de fontanero, que gana más. Y en negro. Además, cobra el paro. ¡Es la mar de listo! Tiene treinta años. Vive con nosotros. Es guapísimo y sin novia. Este me lo compré en Milán. Milán es carísimo, pero hay que saber comprar; por detrás de la catedral ponen un mercadillo la mar de apañado; me lo puse en la boda de mi prima Juani, y es más bonito que su traje de bodas. Este es de Londres, de Notting Hill, de un puesto callejero de ropa usada.

RAFAEL: (Sale por la derecha con zapatos, la misma camisa, la misma corbata, el mismo pantalón, que se lo ha puesto tan alto que le quedan cortos y enseña los calcetines, y una chaqueta de cuadros feísima) ¿Qué, ya estoy bien?

MATILDE: (Sin mirarle) Si, pero cámbiate la corbata, que no va con los calcetines.

RAFAEL: ¡Pero Matilde, ¿tú me puedes explicar cómo se pueden ver los calcetines y la corbata a la vez?! ¿Qué haces? ¿Pones la cabeza de lado o mandas un ojo para arriba y otro para abajo, como los camaleones?

MATILDE: (Le mira) Pero… ¿Tú eres tonto o qué? No te tires tanto de los pantalones, que parece que te están cortos. ¿Te quieres cambiar la corbata de una vez?

RAFAEL: Mira, me cambio la corbata ¡y ya no me cambio más nada! (Mutis derecha, cabreadísimo)

MATILDE: ¡Vale, lo que tú digas… pero los pantalones te pones otros más clarito! ¡Y la camisa te pones la otra, que, a esa, si se te sale el faldón, todavía se le nota la mancha de las berenjenas! (Al público) ¡Hay que darse cuenta… berenjenas en vinagre en una boda! Sobraron todas, menos las de mi mesa, que se las comió todas este, que es más tonto que la hermana. Decía que no quería hacerle el feo a la hermana, que se casó de blanco y con un barrigón como la campana gorda de la torre. (Mientras habla, va entrando y saliendo de detrás del biombo probándose ropa.  A Rafael, que sigue dentro:) ¡y ponte otra chaqueta más gordita, que parece que va a refrescar!

(Al público) Al final creo que me voy a poner el que me puse para la boda de los príncipes. Sí, sí. Aunque ustedes no se lo crean, nosotros fuimos a la boda de los príncipes. Bueno, de los reyes de ahora. (El vestido lo ha llevado puesto bajo la bata todo el tiempo, por lo que, detrás del biombo se quita la bata y sale vestida con muchos contrastes de colores, con mucha floritura, muy recargada y con poco gusto.) ¡Que día de agua! ¿No se acuerdan ustedes? Letizia tuvo que ir del Palacio Real a la iglesia, que está a 200 metros, en coche. ¿Se acuerdan ustedes? (Luce el vestido delante del público mientras cuenta la historia) Pues nosotros estábamos en primera línea de valla. Llegamos a las 4 de la mañana, para coger sitio. Lo malo fue que, con el agua, las vallas despintaron y me puse el vestido perdido. ¡Qué poca previsión tuvo la Casa Real! Todavía se le notan algunas manchas, pero con el estampado, lo disimula. ¡En seguida me voy a deshacer yo de este vestido con tanta historia! (A Rafael) ¡¿Te queda mucho?, que yo ya estoy arreglada! ¡Siempre igual! ¡Siempre tengo que esperarte!

RAFAEL: (Sale por la derecha con la primera ropa que tenía) ¿Ya estoy bien?

MATILDE: Si, muy elegante.

RAFAEL: ¡¿Muy elegante?! ¡¿Ahora?! ¡Pues es la misma ropa que tenía puesta antes!

MATILDE: Si, pero la corbata no le pega del todo ¿Por qué no te la cambias?

RAFAEL: ¡¿Vuelta la burra al trigo?! Anda, tira para el coche, que vamos a llegar tarde. (Inician mutis izquierda)

MATILDE: (Mientras hacen mutis) ¿Por qué no te pones la que te compré en la boutique del barrio Salamanca?  Nunca te la has puesto.

RAFAEL: No era una boutique. Era un chino.

MATILDE: ¿Tú qué sabes? ¿Tú entiendes de tiendas?

RAFAEL: Los dependientes todos eran chinos.

MATILDE: ¡Qué sabrás tú!

RAFAEL: Y la corbata feísima.

MATILDE: Y encima eso. Con lo que yo me preocupo por que vayas elegante.

RAFAEL (Resignado) No te preocupes. Para los próximos carnavales la estreno (Mutis los dos)

 

TELÓN

 

1º Premio categoría Guión en el Certamen ”Picapedreros” de Poesía, Guión y Microrrelato 2024 para Escritores del exterior

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