Una copa
Nos sentamos en el banco como tantas otras veces, sólo que ésa era la última.
No me atrevía a mirarte por miedo a sorprender a tu sonrisa borrándose… pero aquella noche lluviosa ni siquiera llegaste a dibujarla. Con gotas y lágrimas resbalando por tu cara, simplemente te limitaste a decir: “Nunca más volveremos a compartir la lluvia que cae sobre este parque”.
A la mañana siguiente, llevé una copa al parque, a nuestro banco, y allí la abandoné. Desde entonces, cada día me paso por allí. A veces, encuentro la copa vacía, tal y como la dejé. En otras ocasiones, la copa no está, y yo coloco otra en su lugar.
Y tu sonrisa
seguirá sin aparecer
Pronto llegará una mañana, tras una noche tormentosa, en que me encuentre la copa llena de lluvia. Ese día, te haré una visita, te entregaré la copa y tu sonrisa seguirá sin aparecer.
Pero al menos te habré demostrado que estabas equivocada.