Repetidores de curso

¿Recuerdan la película Atrapado en el tiempo, en la que su protagonista, Bill Murray, se veía obligado a padecer el insoportable día de la marmota una y otra vez? Así, tenía que reinventarse cada mañana para afrontar, uno tras otro, los sucesos ya vividos que se le presentaban de nuevo. Desconcertado, resignado, creativo, colérico, proactivo, animoso o apático, se enfrentaba al nuevo mismo día variando de actitud y estado anímico según su mundo interior, hasta que acababa por redescubrir la mejor versión de sí mismo y el hechizo desaparecía.

Atrapado en el tiempoAquello era, al menos, una ficción, una película. Nosotros regresamos de las vacaciones para volver a vivir lo de siempre, obligados a reinventarnos cada día para afrontar la peliaguda realidad sin arrojar la toalla. Los mismos políticos, de uno y otro bando, con idénticos mensajes y actuaciones. La misma crisis galopante desde hace más de cuatro años, la prima de riesgo y la madre que la parió, los tijeretazos y los recortes indiscriminados, las voces indignadas que dejan de indignarse en cuanto sacan tajada, los alemanes y los franceses decidiendo nuestro porvenir, los densos nubarrones financieros y la exigencia de nuevos y mayores sacrificios a los ciudadanos españoles para conseguir, esta vez sí, de verdad de la buena, enderezar la maltrecha economía.

Entre tanto, las mismas corruptelas y los chanchullos políticos, los mismos implicados saliendo de rositas, los mismos u otros pelagatos con sueldos indecentes tomando decisiones a destajo, idénticos dispendios multiplicados hasta el infinito por autonomías, comarcas, municipios, pedanías y juntas de distrito, duplicando funciones y disfuncionalidades.

Uf, lo de siempre, y como siempre, en esta España nuestra.

Nadie se resigna a vivir
lo mismo una vez tras otra

Ahora nos toca soportar la nueva subida del IVA. Tenemos que asumir, pobres de nosotros, este nuevo esfuerzo. Entretanto, los mismos bancos que los ciudadanos y el Estado hemos reflotado seguirán sin concedernos créditos, cobrándonos comisiones abusivas y exigiendo nuestro agradecimiento por administrar, en su propio beneficio, nuestros escasos ahorros. Los autónomos y los pequeños empresarios seguiremos apostando por el trabajo, la imaginación y la iniciativa personal para llegar allí donde el mercado y los políticos no pueden. Con el cinturón tan apretado que el riesgo de gangrena continuará aumentando, aunque no le prestaremos atención para poder centrarnos en administrar mejor los euros e ilusiones invertidos en crear riqueza, empleo e intercambio. Los trabajadores continuarán aspirando a llegar a fin de mes, a conservar su empleo o a encontrarlo, sobreviviendo a duras penas a la zozobra general y a las penurias domésticas.

Somos como niños que volvemos al colegio para repetir el mismo curso. Con las mismas materias, contenidos y excepciones. Con, eso sí, nuevas exigencias. En cualquier caso, nadie se resigna a vivir lo mismo una vez tras otra. Como a Bill Murray en la citada película, nada ni nadie puede despojarnos de nuestra iniciativa, nuestra persistencia, nuestra imaginación y nuestra energía para enfrentarnos de un modo diferente a estos nuevos mismos problemas. La indignación no es suficiente: las quejas y los lamentos solo sirven de catarsis. Entre todos tenemos que construir ese mañana renovado y merecido. Sin renunciar a lo propio, pero encontrando nuevas fórmulas, valores y líderes que nos guíen. Con los dientes más apretados que nunca para superar el nuevo curso, dentro de nuestras recortadas posibilidades, con al menos un notable en decisión, felicidad y coraje.

 

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