Nicolás y sus padrinos
Debo ser sincero: la historia del pequeño Nicolás me resulta divertida. Y no solo por los montajes fotográficos y las ocurrencias hilarantes que han inundado la Red desde que fue detenido. Me cae simpático el pillastre, hay que tener jeta y una innegable inteligencia para mantener esos engaños entre tanta gente de postín, coqueteando con las fuerzas vivas del poder y de la economía nacional que a la mayoría de los ciudadanos nos están vedadas.
Francisco Nicolás Gómez-Iglesias, con solo veinte años, prometía cargos y negocios lucrativos a tutiplén, se presentaba como asesor del Gobierno, participaba en reuniones con los empresarios del Ibex-35, protagonizaba selfies con las figuras más destacadas del panorama nacional e incluso asistió a una recepción del rey Felipe, al que protocolariamente estrechó la mano. Por si esto fuera poco, tiene una novia (ella se siente más bien amigovia, según la nueva palabra admitida por la RAE) llamada la Pechotes. Lo cierto es que las andanzas de este perillán terminaron, de momento, el pasado 14 de octubre cuando fue detenido en casa de su abuela. Se le acabó el chollo. Le chaparon el quiosco.
Recientemente tuve la oportunidad de ver un vídeo en el que el chaval, siendo todavía un niño de apenas diez años, buscaba la cámara de Telemadrid decididamente entre la multitud y concedía su entrevista con una seguridad prometedora. Ya apuntaba maneras el chiquillo, desde luego. Nicolás ha engañado. Ha manipulado. Imagino que habrá sacado tajada de todo ello, por lo tanto es lógico que pague su obligado peaje y resulte señalado por tal causa. Seguramente, la acción de la justicia será con él más rápida y contundente de lo que suele serlo con los personajes VIP que salen rana, es decir, corruptos.
¿Por qué estabas allí?
¿Quiénes fueron tus padrinos?
Ay, Nicolás, en el futuro quizás debas relacionarte con otro tipo de líderes: tipos cuyo poder es si cabe aún más efectivo, y peligroso, porque se circunscribe al interior de la cárcel. Imagino que aprovecharás tu talento para pegarte, precisamente, a los que puedan facilitarte una estancia plácida en prisión. Al principio estarás solo… espero que muy pronto hayas aprendido a codearte allí con quien te haga falta.
Me surge, sin embargo, una pregunta: ¿has sido tú el único culpable de lo acontecido? En una sociedad como la española, en un país en el que la corrupción y los chandríos salpican a los mandamases de todos los entornos, calañas y partidos; donde todos chupan y chupan y vuelven a chupar, donde las intrigas y las recomendaciones reemplazan al carisma, el talento y los méritos personales, imagino, Nicolás, que tú tan solo te atreviste a entrar por las rendijas que ibas viendo abiertas. Si nadie te conocía… ¿por qué estabas allí? ¿Quiénes fueron tus padrinos? ¿Quiénes se beneficiaron, o intentaron hacerlo, teniéndote a su lado? Has caído en desgracia, te lo has ganado a pulso, pero es cierto que los posibilitadores, los que alientan estas clases de amiguismo para traducirlas en apaños y amaños colectivos, los que alimentan los privilegios de esta casta, los mismos que te pasaban el brazo cuando suponían que podían sacar algo de ti, esos han vuelto a sus madrigueras y aguardan, escondidos, otro queso ajeno que zamparse. Ellos no serán culpados. No darán la cara. No arruinarán su futuro. Otros habrá que ocuparán tu lugar, pero no el suyo.
Espero, Nicolás, que aprendas la lección.
Lo importante, entre esa gente, no es aparentar. Sino medrar, acumular y saber ponerse a salvo.
Fuiste, pese a todo, demasiado ingenuo. Tus padrinos deberían habértelo advertido.