La selección española

La selección española de fútbol ha vuelto a hacer historia. Ha conseguido lo que ningún otro combinado nacional ha logrado nunca: ser tricampeón de manera consecutiva. Ni el Brasil de Pelé, ni la Argentina de Maradona o la naranja mecánica holandesa de Johan Cruyff fueron capaces de hacerlo.

campeones de EuropaEspaña es diferente. Los Casillas, Xavi, Iniesta, Ramos, Xabi Alonso, Torres, Busquets y compañía nos han llenado de orgullo y de satisfacción —como diría el rey Juan Carlos— a todos sus paisanos. Y lo han hecho, además, como los grandes: sin una mala palabra ni un mal gesto, jugando bien al fútbol y dando ejemplo permanente de honestidad, dedicación y compromiso, aportando cada uno de manera individual en beneficio del grupo, trabajando por y para todos, con solidaridad y conocimientos, con entrega, afán y sentimiento.

Desde luego, estos futbolistas no son oenegés sino trabajadores cualificados altamente remunerados —posiblemente en exceso, y más teniendo en cuenta la grave situación actual que sufre España— y se han dedicado a ejercer su profesión con honradez, habilidad y sacrificio, obteniendo los mejores resultados y, con ellos, esas primas millonarias que ahora cobrarán. Un pastizal, sin duda. Si bien no es mucho menos lo que cobran nuestros políticos y nuestros banqueros por hacer, en muchos casos, justamente lo contrario: trabajar sin honradez ni compromiso, aprovecharse de lo común en beneficio propio, obrar sin rectitud o sin capacidad —no sé qué es peor a estos niveles—, despilfarrar en interés personal las arcas públicas y exigir después a los curritos que cubramos los gastos generados.

Ellos siguen permaneciendo en esa cúpula
privilegiada de señoritingos trinca-pasta

Los futbolistas de la selección, además, son plenamente responsables de sus actos y pagan las consecuencias: una sucesión de errores, una baja forma o, simplemente, la mejor disposición de otro profesional en su puesto los relegan al banquillo o fuera de la selección, que de este modo siempre está formada por una selección de los mejores.

Para los políticos y para los banqueros todo es diferente. Porque son ellos mismos los que se ponen y se quitan; y, así, se eternizan en las esferas de poder y prolongan su particular estado del bienestar y la bonanza sin límite. Da igual lo mal que lo hayan hecho, ellos siguen permaneciendo en esa cúpula privilegiada de señoritingos trinca-pasta, con cargos y funciones diferentes, pero con idénticos o superiores ingresos. No es un problema de partidos o colores, sino de castas: Zapatero, Rato, Méndez, Toxo… todos son perros idénticos con distintos collares… de brillantes.

Ojalá existiera un Vicente del Bosque que pudiera convocarlos o desconvocarlos según sus méritos y sus deméritos, aleccionarlos a favor del juego en equipo y el beneficio mutuo, entrenarlos para que dieran el máximo rendimiento y sustituirlos por otros cuando no estuvieran acertados o implicados. Posiblemente, se obtendrían mejores resultados —peor es imposible— y los españolitos no dependeríamos de nuestros compatriotas deportistas para sentirnos orgullosos de nuestro país, para expresarlo alegremente, para gritarle al mundo lo bien que nos sentimos. Y no se engañe nadie, de momento no le pediríamos a esta selección nacional de políticos y banqueros que fueran campeones, excepto de la honestidad y el juego limpio.

Imprimir artículo Imprimir artículo

Comparte este artículo

Deja un comentario

Por favor ten presente que: los comentarios son revisados previamente a su publicación, y esta tarea puede llevar algo de retraso. No hay necesidad de que envíes tu comentario de nuevo.