Misión en México: Tiempo de reflexión en el prójimo
Mis queridos Misioneros, Misioneras, Laicos Misioneros, Familiares, Bienhechores, Amigos y Hermanos y Hermanas todos.
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En esta Pascua, quisiera dirigir un pensamiento muy especial y paternal a las numerosas situaciones de violencia, injusticia, odio y muerte que, por desgracia, habitan en tantos de nuestros países en los que estamos presentes como misioneros. En particular, me gustaría llamar su atención, solidaridad y oración, sobre la pasión del pueblo Yanomami y la terrible situación que Congo y Sudán del Sur han estado experimentando durante años; países recientemente visitados por el Papa Francisco.
Según organizaciones indígenas, gran parte del pueblo Yanomami “murió espiritualmente por la destrucción del bosque, los asesinatos y ataques de todo tipo que sufren, la humillación, la violación, el robo de niños, los suicidios”, y todo esto es resultado de la minería: “el buscador de oro está bañado en sangre”. Estamos viviendo una catástrofe humanitaria ya conocida en Brasil, aunque las cifras exactas recién han llegado a nosotros. Durante los últimos cuatro años, cada sesenta horas, un niño yanomami, menor de cinco años, ha muerto de hambre, disentería aguda o malaria.
Como hombres y misioneros no podemos quedarnos de brazos cruzados mirando a estas injusticias, conscientes como somos de que el destino de la Amazonía debe preocuparnos a todos porque es de todos.
Que esta Pascua nos ayude a ser testigos incansables de la cercanía de Dios Padre a sus hijos más pobres, y que nuestras comunidades y nuestro Instituto se conviertan en una auténtica casa de acogida en la que experimentemos, en la vida cotidiana, esperanza y compartir, mientras vamos animando y promoviendo signos concretos de caridad evangélica.
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Fragmento de la carta del P. Stefano Camerlengo. Superior General Misioneros de la Consolata.