Guasa andaluza: Que yo me la llevé al río

Escrito por: A. J. Montero

Me llamaban «el cogorzas» por mis «toñas» tan cachondas,
¡Y es que cuando las pillaba, las pillaba bien redondas!
(Y no era una, eran cien, un día sí y otro también)…

Hoy yo quiero contaros cosas que a veces suceden
por mirar a las mujeres, (algo que es inevitable)…
Y es que hay ciertas miradas, ¡qué no veáis como duelen!
De una vecina del quinto, que estaba «pa mojar pan»,
hacía ya muchos años que un día me enamoré…
Y una noche, «jarto de tinto», los tejos yo le tiré…

La esperaba en mi rellano, cuando la escalera subía
de reciclar la basura, con ese arte que demostraba
al menear su «mojino», ¡templo de arte y maestría!

¿Sería, por casualidad, que la bombilla se fundió?…
Yo hice por meterla mano, pero detrás subía el «marío»,
que no se lo pensó dos veces… ¡Qué «jartá de palos» me dio!

Una semana después, borracho como una cuba,
volvía otra vez de fiesta… Y, potando en la escalera,
a mi lado ella pasó, toda elegante y «bien puesta»…

Otra vez lancé la mano, para ver si la acertaba,
mas, con la «papa enchufá», ese tiro yo lo erré…
Le toqué el culo a su madre… ¡Y cuantos bolsazos pillé!
Días después, y con minifalda, ella estaba «im-prezionante»,
a mí «me quitó el sentío»; y la regalé un anillo,
-que me tocó en una tómbola-, de zafiros y diamantes…
Ahí, ya no pude más; llevármela quise «al río»,
y al intentar arrimarme, ¡qué de hostias me dio el «marío»,
que era un «picoleto» feo, cornudo y «esaborío»!

A juicio yo lo llevé por la tremenda agresión,
y lo metieron en la cárcel porque no pudo pagarme
«tos» los daños que me hizo, ¡y por dárselas de matón!

Yo me encontré el campo abierto y ella sus puertas me abrió…
-y algo más que no eran puertas…- (ejem…ejem)…
¡Quedó tan sola la pobre, que su consuelo en mí buscó!…

Como yo siempre estuve dispuesto a darle a ella lo mejor,
con el «marío» en fuera de juego, «o séase «en exsedensia»,
me apunté a hacer la suplensia… ¡Y ella me entregó su amor!
Pasó el tiempo y un día fuimos al «talego» a visitar al «marío»…
Con nosotros venía un niño guapo y muy moreno (como yo),
y el «marío», que era bajito, feo y rubio, enseguida sospechó…
Le dijo ella que el niño era mío… ¡Ay, qué dolor que le entró…!

Y sin dilatar más el tiempo, consumando mi fría venganza,
yo sólo le pregunté una cosa, cuando el turno me llegó:
¿Te acuerdas de todas las hostias, que por ser tan borriquito,
sin saber ni cómo estaba, en la escalera me diste,
y que te trajeron al «trullo», por dártelas de machito?

Y el pobre me respondió, poniendo la cara triste:
«Ponte tú en mi lugar»… A eso yo le contesté:
Vaya que si me he puesto… ¡Y de ahí no me muevo ya!

Ya no pudo hablar más, porque un infarto mató al «pollo»,
que bien «listo de papeles» allí mismo se quedó.
Y, como una vez dijo mi «probesita» abuela:
«El muerto, al hoyo, y el vivo… ¡el vivo, al rollo!

¡Ay, Señor, Señor!… ¡Que por fin me la llevé al río!…
Al «marío» le puse unos cuernos, pero «mü bien merecíos»…
Cada noche, ella sube conmigo al cielo cuando me pongo tierno…
Y el «marío», por cabrón, ¡cada día baja al infierno!

Dedicada a un señorito sevillano, de rancio abolengo y bolsillo vacío a medianoche, con quien tuve el honor de pasar una memorable y etílica noche de verano, en 2001, en la terraza  del bar de Quini, (Club Náutico de Isla Cristina, Huelva), entre yates, veleros y «whiskys»… con gambas, aceitunas, almendras…¡Y mucho arte!
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