Una historia como muchas
Escrito por: Franklin
Isabel era una niña alegre y siempre estaba de buen ánimo, en el colegio todos la querían pues era amable con sus compañeros y muy educada con sus profesores.
Cursaba quinto curso de primaria y sus notas eran todas muy buenas. Después de unos días empezó a estar muy callada y de mal humor con quien le hablaba, poco a poco se iba alejando de sus compañeros y se volvió descuidada con sus deberes, los profesores intentaban hablar con ella pero se negaba y su situación empeoraba cada día. Mandaron a llamar a su madre pero a ella todo le parecía normal, decía que era por causa del crecimiento y que ya se normalizaría todo.
Cierto día la niña llegó al colegio con algunos moratones, decía que se había golpeado jugando en el parque pero nadie le creía, una profesora que le tenía mucho aprecio le estuvo insistiendo varios días hasta que la niña se decidió a contar la verdad. Isabel le contó que vivía con su madre en un pequeño apartamento y que todo hasta hacía un tiempo había marchado bien, vivían solas pues su padre nunca se hizo cargo de ella. Su madre trabajaba como dependienta y aunque su sueldo nunca les daba para comodidades nunca les había faltado nada.
Se negaba a dejarlo
por miedo a quedarse sola
Hacía algunos meses que su madre estaba saliendo con un chico que había conocido en su trabajo, al poco tiempo de salir con él empezó a llevarlo a casa y en varias ocasiones se quedaba a dormir, al chico le gustaba beber alcohol y no tardó mucho tiempo en comenzar las discusiones cada vez más subidas de tono hasta llegar a golpear a mi madre.
Isabel veía como su madre lloraba pero ella se negaba a dejarlo por miedo a quedarse sola. En una de las últimas decisiones la niña intentó intervenir para que su madre no fuera golpeada pero Pedro “como se llamaba aquel chico”, las golpeó a las dos, ése era el motivo de los moratones y de su actual estado de ánimo. Ahora las dos vivían con miedo y su madre se negaba a denunciarlo ya no por amor si no por temor, pues Pedro la había amenazado de muerte si lo hacía, le decía que también su hija pasaría las mismas consecuencias si se atrevía a denunciarlo.
La profesora le dijo a Isabel que hablaría con su madre para intentar convencerla de que denunciara a su novio, pero la niña entre sollozos y lágrimas le suplicó que no lo hiciera porque creía que se enfadaría si se enteraba que había hablado con alguien.
Habían pasado ya tres semanas desde aquella conversación y todo parecía marchar normal pero a la cuarta semana Isabel dejó de asistir a clases. La profesora, preocupada, se acercó a su casa para averiguar lo que ocurría, solo pudo hablar con los vecinos, “pues la niña ni su madre se encontraban en casa”. Éstos le contaron que en el último fin de semana hubo una fuerte discusión, se oyeron gritos y golpes y ellos llamaron a la policía, cuando los agentes llegaron encontraron a la madre y a su hija fuertemente golpeadas, el hombre ya había huido, inmediatamente llamaron al servicio de urgencias y ambas fueron trasladadas al hospital donde se hallaban delicadas de salud.
La profesora se acercó al hospital y pudo ver en el estada que se encontraban, la fuerte paliza que habían recibido. Habló con la madre y la convenció de presentar una denuncia tan pronto saliera. Después de recuperarse, todo volvió casi a la normalidad. Pedro fue capturado y puesto a disposición judicial, le condenaron a cinco años de prisión pero juró que se vengaría tan pronto como pudiera. Isabel y su madre regresaron a su hogar y a sus quehaceres pero cada día vivían con miedo al no poder olvidar las amenazas de Pedro. Solo pensaban en lo que pudiera pasar el día que terminara su condena.
Han pasado ya casi cinco años desde que Isabel y su madre vivieron aquella pesadilla y aunque las discusiones y las palizas están casi olvidadas, tiene mucho miedo porque quedan unos días para que Pedro salga de la cárcel. Ahora cada vez que llaman a la puerta o cuando salen a hacer alguna diligencia lo pasan muy mal, pues piensan que les va a presentar en cualquier momento. Cierto día y coincidiendo con la semana en que Pedro salía de la cárcel alguien llamó a la puerta, se miraron a la cara y llenas de miedo se acercaron a la puerta, al abrir hallaron del otro lado a un trabajador social que les informó que esa misma semana Pedro se había visto involucrado en una pelea, había recibido una fuerte paliza y ahora se encontraba en el hospital en estado de coma. Se temía por su vida y los médicos decían que si despertaba podría quedar inválido, en el mejor de los casos, ambas no pudieron dejar de sentir pena por aquel hombre pero a la vez sintieron cierta tranquilidad pues ya no les podría hacer daño.
En esos días le ofrecieron a su madre un puesto de trabajo en otra ciudad y mejor pagada, después de hablarlo con Isabel decidió aceptarlo. Ahora las dos han dejado atrás los malos recuerdos y empezado una nueva vida llena de esperanza.